La palabra florero la he tomada prestada de Xosé Luís Barreiro Rivas, que en La Voz de Galicia de hoy (Un mensaje real tópico y extemporáneo) hace un gran análisis de los problemas que tiene la monarquía para encajar en la vida española, se lo recomiendo. Xosé Luis es de lo más fino que tenemos para el análisis institucional. Vivió intensamente la política entre 1970 y 1990, época que abrió desde posiciones antifranquistas para recalar en cargos importantes en la Xunta de Manuel Fraga. Conoce bien los tiempos que alumbraron el marco constitucional actual y la ciencia política en general, materia de la que ha sido profesor en la Universidad de Santiago hasta su jubilación. 

El comunicado anual que nos sirve Felipe VI el día de Nochebuena es muy plano. No le ayuda el ser una persona poco expresiva, con bastante menos empatía que su padre, camino ahora de Rey Demérito. Su discurso suena a políticamente correcto y dice poco, más allá de ciertos tópicos, como que la ley obliga a todos, que la ética está por encima de la familia o que le gusta la Constitución de la que depende su trabajo. En esas condiciones, el mensaje podría ser emitido por un robot, aunque se nota que ha estado ensayando para decirlo correctamente y con buena entonación. Los que elaboran el texto dan prioridad, como debe ser, a los terribles acontecimientos del año transcurrido, que han causado dolor a muchísimos ciudadanos. La referencia especial a los problemas de la juventud es importante para la política de relaciones públicas de la Real Casa, porque se trata de un segmento de mercado en el que tiene pocos clientes.

Recientes encuestas, conocidas estos días, recogen lo que ya sabemos: la monarquía en España es, sobre todo, cosa de la derecha, una adscripción política que tolera con naturalidad los privilegios de clase y encarna en esa institución su uniforme visión de unidad de la patria. Me gustaría también disponer de investigaciones sociológicas que reflejaran con precisión lo que ya se intuye por encuestas parciales y analizando la distribución de voto de los partidos. Me refiero al papel de otras variables que tienden a marcar la visión de España: edad del encuestado y pertenencia a la periferia norte o al centro-sur.

Ya he comentado anteriormente que los tres partidos de derecha necesitan un plan B, por si la popularidad de la institución monárquica disminuye en exceso. Supongo que los más moderados lo tienen previsto y prefiero no imaginar el plan B de los más radicales. En contra de sus intereses, esta monarquía heredada del régimen anterior es uno de los elementos, entrelazados entre sí, que tienden a radicalizar nuestra política.

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7 comentarios

  1. Antes de nada, una corrección. José Luis Barreiro, a quien respeto y admiro mucho en el plano intelectual y aprecio en el personal no ha ocupado cargo alguno en «La Xunta de Manuel Fraga». Si lo hizo en el PP y en el Gobierno de Fernández Albor, con quien fue Vicepresidente primero, hasta que, parafraseando a Iglesias Corral «pasou o que pasou». Luego, tras la moción de censura que apoyó contra el Gobierno del que hasta ese momento había formado parte, moción que llevó a Fernando González Laxe a presidir la Xunta de Galicia, aceptó ser su vicepresidente. Después de tal cuestionable experiencia, no tardó en abandonar la política, lo que a mi juicio representó una importante pérdida.
    Por lo demás ¿que podia esperarse del discurso del Rey más allá de lo que dijo?. ¿Es que iba a ser más aplaudido si fuese otro su contenido?. Puesto a ser explicito, lo fue cuando «lo de Cataluña» y no se ha visto que las censuras de ahora fuesen entonces aplausos. A la hora de ser firme ¿no lo fue cuando los desafortunados acontecimientos que afectaron y afectan a miembros de su familia le llevaron a apartarles expeditivamente de la familia Real?.
    En esta ocasión me siento más próximo a lo que firma Fernando Ónega el mismo día y en el mismo diario.
    Se puede ser monárquico o republicano, hay argumentos, además de las preferencias personales, más que suficientes para justifiar una y otra cosa, pero lo que no se puede o no se debería, es pedir peras al olmo, pretender una cosa y su contraria.
    Concluyo: Tener un plan B y hasta un plan C a nadie viene mal. Es más, parecería grave irresponsabilidad carecer de él, máxime en un mundo y momento tan sujeto a cambios que no siempre llegan como rio que fluye sino como aluvión que invade.

    1. Me encanta intercambiar opiniones contigo y gracias por la precisión respecto a Barreiro. Él explica bien por qué el Rey está maniatado para decir cosas. Ónega siempre tiene una visión más de la villa y corte. Por otro lado, como digo, los conservadores tienden a ser más tolerantes con los privilegios de clase. Es curioso observar la evolución del apoyo a la monarquía en función del voto a uno u otro partido. Muy baja en Podemos, en torno al 50% en PSOE, favorable mayoritariamente y con claridad en Ciudadanos, mucho más en el PP y prácticamente del 100% de los votantes de Vox. Eso introduce un sesgo geográfico claro, se apoya mucho más en el centro y en el sur de España y también de edad, los menores de 40 son poco favorables. Pues sí, lo del Plan B o C es bueno que lo haya aunque, como es lógico, se lo callen.
      Ya sabes que siempre me interesó el análisis de los mercados.
      Un abrazo y esperemos que el 21 nos traiga la puerta abierta a la recuperación en todos los sentidos.

      1. Comienzo por el final, correspondiendo al abrazo y con los mismos deseos que expresas en el último párrafo.
        Yo al Rey le veo muy en su papel. Precisamente por por eso supongo que no dice y/o hace siempre lo que «le pide el cuerpo», pero si eso cabría esperar del común de los mortales ¿deberiamos excluir de tal virtud, mesura y hasta buena educación al monarca?.
        Bastante tenemos con que no pocos, de entre los muy obligados por sus altos cargos y representación que obstentan, hagan de la demagogia, de la mentira y hasta de la grosería sus señas de identidad más relevantes.
        Finalmente, dando por buena la segmentación que aportas respecto al apoyo a la monarquía, cabe deducir que si los «mayores» no votasemos y/o no opinasemos (como algunos políticoshan argumentado recientemente) las cosas podrían ser de otra forma. Tal vez vean en la pandemia un efecto colateral positivo para tal logro.

        1. También empiezo por el final, espero que la pandemia no siga haciendo estragos en la gente mayor, no soy nada partidario de soluciones de ese tipo para discrepancias políticas. El problema de la monarquía, además de los excesos del (D)Emérito, es de legitimidad, lo que solo se podría arreglar con un referendo específico, al no son muy aficionados porque sus derechos provienen de casta, no de lo que piense la gente. Ya me he referido a eso en el blog y a que somos el único país europeo que ha recuperado la monarquía, desde mediados del XIX, después de haberla suprimido. Lo hizo dos veces, a consecuencia de sendos golpes militares.

  2. Aunque pudiera darse el tema sobre el que venimos tratando como suficientemente debatido, para que no queden muchas dudas sobre nuestros distintos puntos de vista (en los que nos hemos reafirmado) hay algo que no me resisto a silenciar.
    Guste o no guste, a la monarquia y/o quien pueda encarnarla, sin perjuicio, naturalmente, de que debe serle exigible hacerlo con un plus de ejemplaridad, no puede serle achacable falta de legitimidad sin que al mismo tiempo se le niegue a la Constitución de 1978. La misma que fue abrumadoramente refrendada por el pueblo español, dandose el paradojico caso de haberlo hecho con especial «fervor» alli donde y por quienes hoy más se la cuestiona.
    Las cosas son como son y no como a cada uno le gustaría que fuesen. Es cierto que no hay nada más permanente que el cambio y por eso este es siempre posible, pero indeseable por oportunistas y falaces atajos. ¿O es que hay que conceder mayor legitimidad o amparo legal a quienes denostan de palabra y obra la Carta Magna?.

    1. El rey fue una elegido por Franco y venia en un paquete que mejoraba lo que había, no se voto por separado por miedo a los militares.

  3. Sin entrar en consideraciones que, como la que citas, pueden ser opinables, no lo es, y pensé por ello que no iba a ser objeto de réplica, que la Constitución de 1978 fue plenamente democrática. Si esto no se comparte, yo no tengo nada más que decir al respecto.

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