Es una continuación de la entrada anterior y de mi defensa de la libertad de palabra e información. Pablo Iglesias es de los que reclama libertad de expresión, sobe todo, para poder decir lo que le interesa. En eso piensa como Vox, los radicales del otro extremo. Supongo que si cualquiera de los dos tuviera mayoría absoluta, la madre de todas las libertades correría peligro.

Unidas Podemos se muestra reticente a condenar la violenta barbarie que se ha montado con la disculpa del encarcelamiento de Pablo Hasél. Se limitan a declaraciones genéricas de que no son partidarios de la violencia. También deben ser para la galería, o sólo para los amigos, sus defensas de la libertad de expresión, cuando Iglesias pide un “control democrático” de los medios. Al parecer, se trata de un enfermo contagiado de intolerancia, una plaga mucho más española que la gripe de 1918, con secuelas a largo plazo al arraigar y propagarse en la cultura.

Parece mentira que haya estudiado ciencias políticas, le faltó profundidad para entender la democracia o no cree en ella. Se ha quedado con lo del “cuarto poder” para amenazar a los periodistas, también dirá que el “quinto poder” es el capital y pedirá una banca pública y la nacionalización de grandes empresas. Pues sí, son poderes reales, en mi libro se ofrecen bastantes ideas para evitar que se propasen, sin atentar al uso de libertades básicas. Lo que me hace temblar de miedo es la posibilidad de que esos poderes caigan en manos del tercero: el aparato, el Estado. Pablo es un apparátchik de libro (entradas de 19/07/19, 19/11/19, 03/03/20), que vive de ser político y tiene vocación de mando único, por eso le molan esas ideas y le caen bien dictadores que parecerían de opereta si no fueran muy peligrosos.

Respecto a los medios de comunicación, el Estado sólo se debe preocupar de que no haya posiciones de dominio que dificulten el acceso de los ciudadanos a una diversidad de fuentes de información. Para eso está la normativa de defensa de la competencia, que habría que aplicar especialmente a los gigantes de internet. Luego, que cada uno elija lo que quiere leer, ver y oír, y, si es preciso, pague por ello.

Para lo que sí hace falta control democrático es para los medios públicos, pagados con impuestos de todos. Hay que intentar evitar que sean manipulados por los gobiernos de turno. No es fácil, es un tema que también toco en el libro, que propone medidas concretas para facilitarles una alta dosis de autonomía del poder político. En caso de no conseguirse esa autonomía, lo mejor sería ahorrárselos.  

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4 comentarios

  1. Solo un pequeño matiz.
    Conviene, sin entrar en otras consideraciones, que las hay y no pocas, no olvidar que Pablo Iglesias es Vicepresidente del Gobierno de España y que «un enfermo contagiado de intolerancia», entre otras lindezas que se le dedican, debería ser incompatible con dicho cargo. Desprovisto del mismo, allá él y los suyos con lo que piensen, lo que digan y lo que hagan. Pueden ejercer su libertad de pensamiento y de expresión dentro de los límites que son o deberían ser exigibles para lo último, pero es evidente que no es posible sorber y soplar al mismo tiempo. Y llegados a este punto cabe preguntarse ¿quien es el responsable último de tan inaceptable situación?. ¿Por que se tolera?. ¿Que intereses justifican lo injustificable?.¿Las tímidas divergencias entre valedor y valido son reales o son impostadas?. Habrá que esperar (que remedio) y ver, pero todo recuerda a los conocidos papeles de «poli malo / poli bueno». Y, mientras tanto, van las cosas como van…

    1. Soy un acérrimo defensor de la libertad de expresión y ya sé que algunos populistas, que apoyan en ella su discurso radical a derecha e izquierda, la suprimirían si mandaran ellos.
      Pero no quiero contaminar mi amor a la libertad con represiones, como reacción a los que la mal usan. No veo que decir lo que se piensa sea incompatible con nada, él mismo se delata al hablar. Como digo en el libro y practico con el blog: al discurso se responde con discurso.

      1. Solo recordar algo que no parece dejar lugar a dudas: Debemos ser esclavos de la ley para poder ser libres.
        Quienes la incumplan y/o de cualquier modo entorpezcan la accion de la justicia, no pueden proclamarse defendores de la libertad. Y ello, naturalmente, tanto en el ambito público como en el privado.

        1. A veces conviene desafiar leyes que limitan libertades y que, a veces, son interpretadas de forma restrictiva por tribunales con sesgo ideológico. Es un tema delicado, pero sin pelear por derechos básicos no mejoraríamos la democracia. Eso sí, evitando cualquier tipo de violencia

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