A Vladimir, estrella de la barra totalitaria que adora la fuerza y la determinación, le gustaba Ucrania, deseaba seducirla y someterla. Sus aduladores le animaban: tú puedes, lo está deseando, te está esperando. Envalentonado, se acercó pavoneando su viril figura. Pero nada, ni caso. Ucrania se negaba a acompañarle, lo rechazaba con buenas maneras, pero también con firmeza. El muchachote no entendía ese fracaso inesperado y los suyos le empujaban a poner las cosas en su sitio.

Recurrió a la fuerza, mientras otros totalitarios le cubrían las espaldas. Pero a aquellos músculos de gimnasio les faltaba potencia, agrede a su víctima, que se resiste a pesar de la diferencia de envergadura. Vladimir tiene poco empuje, por eso la  hiere recurriendo a golpes, pellizcos e incluso armas blancas, como mínimo quiere dejar cicatrices. El macho alfa no es más que un cruel cobarde que ha fracasado, sus fans empiezan a mirar hacia otro lado. Busca escabullirse, que no se noten sus auténticas intenciones y pobres resultados. Todo era una broma, intenta disculparse. Miente más que habla.

Tampoco tiene dinero para seguir ampliando el harén ni invitando a los amigotes. Le cuesta admitir cual es su sitio. Xi, el dueño del bar donde se reúnen, lo sigue protegiendo pero lo aparta un poco. En otros lugares lo boicotean y lo empiezan a echar de los clubes de prestigio. Mientras, Ucrania recibe ayudas para curar sus heridas y  se le abren todas las puertas por haberlo puesto en su sitio y dejar claro que presume demasiado, que la libre elección es lo justo, lo que debe prevalecer sobre imposiciones propias de un pasado demasiado masculino.

Sólo es un camorrista, esperemos que no se empeñe en seguir negando la situación y le dé por provocar una pelea general para ocultar su impotencia. No parece que le queden ganas, ni que su banda se lo vaya a permitir, nadie desea una confrontación a mayor escala.

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2 comentarios

  1. Salvando no pocas distancias distancias, pueden darse similitudes «erotico-violentas» entre las trayectorias y comportamientos de dos deleznables «personajes». Me refiero a Putin y a R.L. Trujillo.
    ¿Podría darse una nueva «fiesta del chivo» que pusiese fin a tanta locura?.

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