Lo que el Gobierno no ha intentado y la Comunidad de Madrid no desea lo ha logrado Filomena, profunda borrasca que entra por el sur y choca sobre España con un flujo de aire ártico. Al menos un par de días estarán quietecitos en la zona centro, incluidos los madrileños, muy aficionados a acudir a actos públicos y con mucha relación social.

Quizá por eso, es la región con más tasa de contagios de la Península después de Extremadura. Lo he dicho antes, Madrid fue nuestro Wuhan al que no se puso coto de forma debida, lo que nos llevó a ser de los peores países del mundo en combatir el covid 19. Después de un paréntesis en que parecía que mejoraba, vuelve a liderar la tercera ola con una política de medidas mínimas.

Lucha por los primeros puestos en la clasificación de contagios y, simultáneamente, ocupa el último en el porcentaje de vacunas utilizadas sobre recibidas. Esa debiera ser la prioridad absoluta para atajar la pandemia, pero respetan las fiestas. Eso sí, ya hay algún caso de trampas para vacunar a parientes y conocidos. Propio de una cultura donde los contactos pesan en exceso y fomentan esa gran interacción que favorece al virus.

La ciudad más grande, más sociable y mejor conectada es también la más afectada por la pandemia y la que reacciona con menos dureza, al contrario de lo que reclaman la mayoría (60%) de los ciudadanos españoles según una reciente encuesta del CIS. Ha tenido que llegar Filomena para enfriar el frenesí. Durará un par de días, deberían ser un par de semanas para desplomar el índice de contagios. Sería bueno para ellos y para los demás.

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