El sometimiento de Hong Kong a los deseos de Pekín demuestra que cualquier compromiso del régimen chino con cierto grado de libertad democrática es sólo táctico. Aceptan tratados para ganar tiempo, pero en cuanto sienten algo de discrepancia organizada recurren a la sagrada unidad de la patria para eliminarla.

Que se prepare la isla Formosa, Taiwán, si se deja de presionar desde occidente a los fascistas chinos. Los dirigentes de Pekín se tienen que aguantar las ganas de reír cuando dicen esas cosas de “un país, dos sistemas”. Un país, una bandera, una etnia (han), un sistema, un partido, un líder, así piensan. No se crean nada de lo que digan, tienen capacidad de esperar porque consideran que los demás cambian y su régimen totalitario permanece.

Constituyen la mayor dictadura que la Humanidad ha sufrido en su Historia y además son racistas. No son socialistas, tienen un nivel alto de desigualdad y una gran connivencia entre la oligarquía política y empresarial. Les preocupa el poder y, por supuesto, el dinero que se llevan todos los que participan del tinglado.

He repetido aquí que no me gusta el creciente peso de la oligarquía económica en los EEUU, pero no es lo mismo, quizá hasta cambien de Presidente a fin de año. Hay que impedir entre todos, especialmente entre los países democráticos, que China se convierta en la primera potencia mundial. Nos jugamos mucho porque suponen el más grave riesgo al que se han enfrentado la libertad y la tolerancia, desde que estas empezaron orientar las instituciones públicas hace 250 años, y ponen en peligro la convivencia pacífica.

El único mensaje que entienden es el de la firmeza y deberían recibir sanciones por lo que han hecho en Hong Kong. No soy partidario de las restricciones generales al comercio, pero sí de las específicas sobre productos de alto valor tecnológico que usan para aplicar con más eficacia su dictadura. Ayudarles a ello, comprando esos bienes o dándoles acceso a las tecnologías más avanzadas, nos convierte en cómplices suyos.

Los políticos dan muchas vueltas a estos temas, algunos pueden estar incluso manipulados por favores o ventajas que se les ofrecen. Pero hay que ser firmes porque la connivencia con totalitarios es muy peligrosa, como se vio con los nazis en 1938. La Unión Europea, defensora de sistemas democráticos, no debería enfrascarse en debates tácticos cuando se trata de intentar poner freno a actos contra los derechos humanos.

Los ciudadanos de a pie también tenemos nuestra responsabilidad. Cada vez que, por ejemplo, compramos un móvil chino apoyamos a un régimen fascista en su lucha contra nuestras libertades y las de su propio pueblo. Ya sé que hay muchos componentes que provienen de allí en todo tipo de productos, pero habría que boicotear discretamente los que lleven sus marcas y sean de carácter tecnológico. Algo así se dice en el final del breve epílogo del libro que orienta este blog, dedicado a analizar los abusos de poder y los sistemas para evitarlos:

“Especialmente potente es el poder de transformación que tienen los consumidores informados y solidarios que pueden boicotear a compañías que actúan mal o que provienen de países totalitarios, que las emplean como valiosos instrumentos para sus fines…

Nadie debería mirar para otro lado cuando percibe agresiones a la convivencia democrática. Son imprescindibles los esfuerzos individuales, cuantos más mejor, para la defensa y la extensión de las libertades y de los derechos humanos. También para proteger a los desfavorecidos y para resistirse a los excesos de los poderosos, de los que ponen límites a la tolerancia, a la igualdad de oportunidades y a la capacidad de decidir entre todos.”

Únete a la conversación

2 comentarios

  1. Bien está llamar a contener prácticas manifiestamente autoritarias como las que se describen, más transcendentes cuando se dan en países de la dimensión, el poder y la influencia que concurren en China, pero tal afán “liberador” no debería hacerse sin un ejercicio de autocrítica tendente a legitimar las pretendidas acciones individuales y colectivas tendentes al objetivo que se plantea.
    Como es bien sabido, la democracia no consiste únicamente un “producto” nacido de las urnas, sino en un ejercicio posterior de responsabilidad y compromiso con las libertades, entendido en el más amplio sentido de la palabra. Y para buscarlo en otros con alguna posibilidad de éxito hay que predicar con un ejemplo que no siempre lo justifica. Si se es déspota en lo menos ¿que no se sería en “versión” china?…

    1. Es el típico tema que tiene pocas vueltas: adquirir productos tecnológicos de marca china, nos convierte en cómplices de lo que allí pasa. Lo que dices siempre es conveniente pero no puede cambiar la realidad. la libertad no es perfecta, reflexiono sobre eso en el libro, y ahora sufre muchos desafíos específicos. Pero los sistemas totalitarios fascistas y racistas son enemigos de los derechos humanos y un peligro para todos. Si vacilamos, lo interpretarán inmediatamente como síntoma de debilidad y se harán más fuertes.

Dejar un comentario

Responder a Enrique Sáez Ponte Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *