A la derecha se le revuelven las vísceras cuando se menciona a Bildu, algunos quizá añoren incluso los momentos duros en que la crueldad de ETA simplificaba posiciones políticas.

Los terroristas ya han sido derrotados por el Estado de Derecho: llevan más de diez años sin matar, la mayor parte de sus dirigentes aún están en la cárcel y han disuelto su “brazo armado”. Bildu es un partido político legal con una base de votantes, que hacen y piensan cosas que la mayoría rechazamos de plano. Pero se presenta a las elecciones, obtiene representantes y marca o condiciona la gestión en algunos ayuntamientos o en la Comunidad Foral de Navarra, donde también gobierna el PSOE. Su reconversión a prácticas civilizadas es una forma de reconocer la derrota de la política de terror, una gran victoria de todos.

Estamos en democracia, hay derecho a defender las ideas. Se puede pedir la independencia de Euskadi o trazar líneas que no se quieren cruzar, sean rojas o negras. Disfrutamos de libertad de expresión, la más sagrada de las libertades, la que menos gusta a los que se inspiran en textos sagrados, que o bien quieren suprimirla o, los más moderados, buscan limitarla alegando atentados a la patria, a creencias arraigadas, a la dignidad de personas que ocupan cargos… Luego, ellos mismos definen en que consiste la esencia patriótica, o la sensibilidad de los diversos tipos de creyentes, o la separación entre institución y ocupante de turno. 

Creo que partidos como el PP o Ciudadanos deberían analizar pros y contras de decir, sin más, lo que les pide el cuerpo. A sus bases tradicionales les encanta oír el rechazo absoluto a Bildu y a cualquiera que se alíe con ellos, eso quizá les ayude también a decantar a los tibios y debilitar al Gobierno. Pero, mal que les pese, creo que Bildu se siente cómodo cuando es perseguido: se reivindica ante sus seguidores, aumenta los votos que recibe y su capacidad de negociar. Crecen en la confrontación y, aunque no guste, cada vez que negocian se integran más en el Estado de Derecho, que se refuerza cuando incorpora toda la diversidad de la sociedad a la que sirve

Si la estrategia es radicalizar, van en buena dirección. Consiste en seguir nuestra tradición católica, asumida aquí por muchos ateos: los principios son intocables y los que han cometido pecado mortal grave y no se han arrepentido lo suficiente, resistiéndose a su deber de flagelarse en público, no tienen absolución y serán expulsados de la comunidad. El mensaje frontal contra Bildu, aplaudido por asociaciones de víctimas que han convertido su legítimo dolor en correa de transmisión política, es un factor de cohesión en la derecha, pero deberían pensar si anclarse en el pasado es bueno para España o si les ayuda a situarse en el centro, como dicen que desean.

Tengan cuidado, porque en esta compleja sociedad es casi imposible hacer convivir centro político y centralismo. Le explicaba a Albert Ribera el año pasado (entrada 10/11/19), a raíz de su batacazo electoral, que ser de centro requería una cierta disposición a sentarse con gente de todo tipo, aunque haya que taparse la nariz. Él ha sido coherente y ha dimitido, sus ideas le llevan a aproximarse al PP que ya le está dando trabajo.

El PSOE también tiene problemas con esta disyuntiva, pero es un partido más antiguo y diverso. La experiencia, ayudada por las ganas de seguir gobernando, le anima a ser más flexible. Quizá por ello es capaz de obtener resultados electorales significativos en Cataluña y el País Vasco. Entre los socialistas, la oposición a mezclarse con nacionalistas periféricos viene principalmente de los dirigentes del centro-sur, que comparten una visión de España más simple, reforzados por lo que dicen viejas glorias que salen de su armario sevillano a airearse de vez en cuando.

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2 comentarios

  1. Coincido totalmente contigo . El hecho de que Bildu sea un partido constitucional , implica que tiene detrás unos votantes, igual que ERC . RESPETO a todas las ideologías democráticas.

  2. Si señor!!! Muy bien expuesto.
    Quizás hasta más completo en sus razonamientos que el de nFernando Onega de hoy.

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