La presidenta Díaz Ayuso ha sabido tocar las teclas del madrileñismo y ha conseguido una gran victoria. En su campaña se pueden leer las claves del movimiento populista de derechas que se extiende por muchos países. Su primera característica es el apego al pasado, que marca versiones concretas de esta tendencia política y ayuda a entender las consecuencias que tiene en cada país. Se trata de un renacer del amor a la patria ante el desgaste que ahora sufre, en un mundo muy poblado y conectado, el modelo de estado nación soberano, que es su referencia institucional.

La larga y elaborada construcción de las naciones arrastra siempre algunas fisuras internas, quedan elementos de diversidad que subyacen a la pretendida uniformidad. Se aprecia muy bien en el Reino Unido, donde un populista como Johnson, consigue, tras el Brexit, volver a la potente patria soberana, pero se enfrenta a la posible huida, para volver a ser parte de Europa, de partes del Estado unitario que dirige. Las elecciones de mañana en Escocia y Gales parece que confirmarán la tendencia. Inglaterra, la gran base de población y recursos económicos y culturales del Reino Unido, podría quedarse sola, agrupada en torno al gran Londres.

Otro elemento característico que explica el éxito de los populismos de derechas es su capacidad de albergar intereses y emociones de diversas capas sociales. Los intereses residen en el cerebro de los que emplean el Estado como palanca de éxito en sus negocios o sus carreras funcionariales y políticas. Suelen ser muy poderosos. Las emociones tocan el corazón de clases populares con poca base educativa y escasa experiencia viajera, que toleran mal a los diferentes y se sienten protegidos siendo parte de una nación que les separa de nuevas tendencias disgregadoras y desafíos laborales. Trump o Bolsonaro, como Ayuso, son ejemplo de maestría en manejar la confluencia de intereses y sentimientos.

Es conveniente tener referencias generales, en las que mi ensayo se detiene, para entender lo que pasa aquí, con toda la complejidad que nuestra historia nos aporta. Mantenemos una diversidad cultural importante, que nos aproxima algo a lo que pasa en Gran Bretaña, mientras que nuestra referencia institucional es Francia donde conviven íntimamente los negocios y los altos funcionarios sobre una base nacional menos compleja. Allí las nuevas tensiones de diversidad, en su mayoría importadas de excolonias, hacen crecer a Marine Le Pen o provocan conatos de  subversión de altos militares, siempre apegados a esencias patrias.

Hay tendencias casi inevitables en la Humanidad del S. XXI, como la progresiva cesión de competencias hacia instancias supranacionales y la emergencia de tensiones en torno a la diversidad (extranjeros, minorías culturales, género, orientación sexual…). España tiene muchas dificultades para adaptar sus instituciones a esas tendencias, por la combinación de tradición católica e influencia jacobina. El resultado de las elecciones de Madrid, que tiende a confundir, de forma interesada, sus intereses con los de España, anuncia tiempos complicados. Encima, la izquierda pasa a ser liderada en esa región por un partido que se llama Más Madrid, mal vamos.

Queda mucho que analizar sobre lo que está pasando, pero las entradas del blog no quieren extenderse demasiado. Este primer apunte intenta conectar lo ocurrido en Madrid con lo que pasa en otros lugares. Tiempo habrá para profundizar en más detalles

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5 comentarios

  1. El populismo ¿Arrasa o es arrasado en Madrid?.
    El resultado de las elecciones celebradas ayer en Madrid deja lugar a pocas dudas (o muchas, según quiera verse) tanto por el incuestionable éxito obtenido por Ayuso, y del PP por extensión, como por el sonado descalabro de quienes conformaron a nivel nacional el tan singular populista gobierno «Frankestein» y, también por extensión, a sus circunstanciales nefandas «confluencias».
    Se puede recurrir a todo tipo de argumentos, rizando el rizo de varios de los recurrentemente se han venido exponiendo. Todos o buena parte de ellos se supone que fueron valorados en unas elecciones que registraron altísima participación y me resisto a calificar de «tabernarios» o de indigentes intelectuales a determinados electores y/o elegidos, como se hizo desde un CIS que no ha dejado de servir a intereses partidarios al precio del ridículo y del lamentable desprestigio en que ha incurrido. Comprendo que a nadie gusta que la realidad contradiga sus argumentos, pero las cosas son como son y ponen en cuestión valoraciones y previsiones pasadas y a futuro, como las que ayer fueron refutadas.
    Las referencias a Bolsonaro, Le Pen, Johnson o Trump, más que aportar, distraen la atención respecto a lo que realmente nos ocupa y preocupa aquí y ahora.

    1. Me limito a analizar lo que pasa en muchos sitios y las causas comunes que influyen, por supuesto me puedo equivocar. Hay populismos de izquierdas y de derechas, pero ahora los que están en alza son los de este tipo, por lo que voy explicando. Lo de «lo nuestro es otra cosa» es el típico refugio de los que se sienten a gusto con lo que pasa, lo mismo decía Pablo Iglesias cuando le hablaban de Venezuela.

      1. Me pregunto, solo para mejorar mi capacidad de apreciación ¿entonces, que es lo que debería haber sucedido para que se sintiesen a gusto los que ahora no se sienten?.
        De momento, el único que ha «buscado refugio» es Pablo Iglesias. Y, si no lo ha encontrado ya, no tardará en encontrarlo, pues las puertas giratorias están muy bien si se trata de acogerle a èl y/o a otros recien acogidos (p.e. Enagas) y muy mal si de otros se trata. A ver si cunde el ejemplo y la «diáspora» es el destino de muchos de quienes diciendo venir a dar ejemplo, lo dieron realmente pero de lo que no debe ser. Obras son amores y no buenas (malas) razones.

        1. Insisto: intento analizar lo que pasa, no me siento con humor de recomendar o aconsejar cosas para un sitio concreto, para eso está el libro. Observo un ascenso del madrileñismo, con tintes populistas, hasta el partido que quedó segundo en votos se llama «Más Madrid». También me sorprende que un partido muy nacional, ya lo he comentado alguna vez, como es el PP aplique políticas diametralmente opuestas en un tema fundamental como la sanidad, según se le ocurra al dirigente del sitio. Si en Madrid tuvieran el mismo ratio de muertos por 100.000 habitantes que tiene Galicia (menos urbana pero bastante más envejecida) estarían vivos 9.000 madrileños más, si aplicamos el de Cataluña, más similar en contactos exteriores y grado de urbanización, el número de muertes ahorradas en Madrid sería de 2.500. Pero eso parece lo de menos.

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