Vienen tiempos difíciles en los que un repunte de la pandemia de covid-19 coincide con una situación económica en el límite de resistencia y con el comienzo del curso escolar. Ahora hay que moverse con precisión y son las CCAA las que están más cerca de la realidad y las que tienen competencias sobre sanidad y educación. Ellas deberán reaccionar, caso a caso, ante las diversas situaciones que se vayan produciendo.

Este blog ha criticado reiteradamente la torpeza con que se gestionó el primer confinamiento. El lema elegido entonces para la acción contra la pandemia (este virus lo paramos unidos) acabó dando demasiado peso a la unidad, se tradujo en decisiones poco medidas.

Entonces pedí varias veces que los estudiantes de La Gomera pudieran ir a clase porque no se habían detectado casos de coronavirus en la isla. Pero se tuvieron que quedar en sus casas hasta que la Ministerio de Sanidad decidió levantar el confinamiento general, cuando el curso ya había terminado. ¿Quién va a compensar a esos niñas y niños por el curso perdido por pura estulticia burocrática? Hay muchos otros casos similares.

Cuando los recursos se agotan y una segunda ola nos amenaza, debemos esforzarnos para que el curso escolar y universitario pueda seguirse de forma presencial en el mayor número de sitios. Interrumpir las clases otra vez, de forma generalizada, causaría demasiado daño a una generación de españoles, especialmente a los más desfavorecidos.

La situación límite exige racionalidad. Circunstancia que ha derrotado el brote de centralismo dominante en las decisiones políticas. El Gobierno hace velada autocrítica de los errores anteriores, apoyada también en el análisis de experiencias exteriores. Sabemos, por ejemplo (entrada 23/04), que la federal Alemania atacó mucho mejor la epidemia, durante la primera fase, que la excesivamente centralizada Francia, que aún tiende a ser tomada como referencia por las elites políticas y funcionariales españolas.

Les toca a las CCAA esforzarse en ser responsables, actuar con sentidiño en cada problema que les surja y atreverse a pedir estados de emergencia cuando hagan falta. Unos lo harán mejor, otros peor, pero la ventaja de llevar las decisiones más cerca del problema es que algunos tendrán buenas ideas que otros podrán copiar. La uniformidad en estos asuntos muy complejos causa demasiados muertos y perjudicados, encima aporta la típica rigidez de los grandes aparatos administrativos y resta flexibilidad para rectificar. Aún sufrimos las consecuencias de la mala gestión de la primera ola.

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3 comentarios

  1. No. No aprende. No se corrige un error con otro error y ese es el camino que lleva el Gobierno Central, que no acierta ni cuando rectifica. Decía un recordado profesor, en mi ya lejana infancia, que no hay mayor desgracia que pretender enseñar a quien no tiene interés en aprender.
    Una cosa es un Estado descentralizado y otra bien distinta uno descoordinado. El Gobierno que preside Pedro Sánchez tiene la obligación y adquirió el compromiso de propiciar un marco legal y normativo que permita gestionar la crisis sanitaria dentro del competencial de cada Administración, sin las distintas cortapisas que, cuando no lo impiden, lo condicionan en gran medida. Abdicando de ello, parece más una «trampa saducea» lo que pretende, que una verdadera intención de reconducir, leal y responsablemente la muy deficiente gestión de la crisis sanitaria en la que se incurrió y en la que seguimos inmersos como acreditan irrefutablemente los resultados que en España se han dado y dan, con las no menores consecuencias colaterales de todo tipo que ya estamos viviendo y amenazan el porvenir.
    Es por ello que, al margen de cualquier connotación política por mi parte, no puedo dejar de referirme a los comentarios al respecto y anticipo de propuesta formal al Gobierno de la Nación, que el Presidente Feijóo anunció al respecto en su comparecencia de ayer (26.08). Por su claridad, sensatez y oportunidad, cabria esperar que, una vez más, merezcan ser tomadas en consideración y puestas en práctica. No se trata ahora de estrategias publicitarias para mejorar el conocimiento y valoración de una «marca», sino de poner en marcha, de una vez, una táctica que permita abordar eficaz y eficientemente un problema de atención y acción inaplazables.

    1. Una respuesta en línea PP. En estos temas las decisiones se toman con más precisión y eficacia cuando se está más cerca del problema, en mi artículo ya iban referencias al caso de Alemania y a los niños de La Gomera. Es bueno que el Gobierno rectificara aunque pueda haber intenciones de escurrir el bulto. Comprendo el nerviosismo del principal partido de la oposición, que gobierna Madrid donde el problema le está estallando en las manos y preferiría que otros tomaran decisiones drásticas. Esta dialéctica es el principal obstáculo de España en la grave crisis que atravesamos. Hoy dedico espacio al asunto

  2. Supongo que por lo de «la línea PP» hay que entender la de Pedro y Pablo. No creo pueda ser otra cosa.

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