El Presidente del PP es tan conservador que prefiere seguir con los municipios del siglo XIX, antes que adaptarlos al XXI. Por lo contrario, mi libro (capítulo 1, El poder del aparato, pg. 43) propone la aprobación de una ley de opas de ayuntamientos, para que los más grandes puedan absorber a los más pequeños, que sean limítrofes, aunque estos no quieran. La ley , entre otras cosas, tiene que considerar el procedimiento a seguir, que debe ser expeditivo, la diferencia mínima de población entre absorbente y absorbido, la superficie máxima a que puede llegar el proceso de concentración, los plazos mínimos entre una opa y la siguiente…

La propuesta (pg. 43) es de carácter general, no está pensada específicamente para España, pero es una de las que abordan un punto clave del libro: es necesario reformar a fondo las estructuras de los viejos estados nación. Gastan demasiado y son ineficientes, porque siempre hay intereses enraizados en el sistema de poder que se resisten a adaptarlos a un mundo mucho más grande y conectado.

El libro expone medidas efectivas para incrementar los ingresos fiscales, porque el futuro, con mucha población envejecida, va a demandar esfuerzos públicos adicionales. Pero, si queremos reforzar el gasto social sin recurrir a aumentar el ya alto endeudamiento público, no llega con recaudar más: hay que combatir con dureza el gasto ineficiente a todos los niveles.

Hablamos hoy de la administración local, después de las declaraciones que Pablo Casado ha hecho hace unos días. Al parecer, está contento con que tengamos más de 8.000 municipios. Nos llegaría con menos de 2.000, si pretendemos que puedan dar servicios mínimos suficientes en los cada vez más vacíos espacios rurales (cuantos menos servicios se ofrezcan allí, más se desertizarán) y gestionar con eficacia las áreas urbanas y metropolitanas.

Comprendo que a los políticos profesionales les parezca bien que haya, por lo menos, cuatro veces más ayuntamientos de los que serían razonables. Eso justifica una pléyade de organismos intermedios (provincias, mancomunidades, comarcas, áreas metropolitanas…) para apoyarlos y coordinarlos y así  compensar el error de base. Todas estas estructuras superpuestas forman un sistema altamente ineficiente que anima el clientelismo e impide el progreso social. Pero ellos lo que ven son miles de puestos de trabajo que, aunque sean innecesarios, sirven para colocar a miembros de las castas políticas y burocráticas.

El problema es muy grave y, como los responsables políticos son incapaces de arreglarlo, porque no les interesa, y siempre pueden manipular sentimientos localistas para parar medidas de mejora, el sistema que expongo en el libro funcionaría de forma más o menos automática. En cuanto entrara en vigor la legislación propuesta, todos se pondrían a negociar fusiones por miedo a ser objeto de una opa y, en menos de 30 años, tendríamos una administración local mucho más eficiente: daría mejores servicios con menos gasto. No debería ser utópico, pero, tal como está el patio, lo parece.

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1 comentario

  1. Entiendo que, efectivamente, se hace necesario que la estructura municial de España se adecúe a los tiempos que corren y a los que se avecinan. No parece que haya que extenderse mucho en argumentos para respaldar una necedidad de la que, más pronto que tarde, habrá que hacer virtud.
    De acuerdo, pues, en lo conceptual, dudo que el lider del PP diste de tal convencimiento, se haya dicho lo que se haya dicho.
    Otra cosa es el como y el cuando. La propuesta que presenta Enrique Sáez en su «La Libertad en el Siglo XXl», entre otras posibilidades, parece muy digna de ser tomada en consideración, pero ya se sabe que los caminos de la política, como las del Señor, son inescrutables y se rigen por por criterios que ni siempre coinciden con la ortodoxia ecinómica.

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