Se ha venido comentando en los medios el cambio de política de grandes empresas (Coca-cola, Pepsi, Starbucks, Unilever…) que han decidido dejar de anunciarse en Facebook, por su tibieza en combatir la información racista que circula por sus páginas. Es un golpe importante, pero no tanto como se puede pensar a primera vista porque más del 90% de sus ingresos por publicidad los obtiene de pymes.

Aun así, deben sentirse incómodos por volver a dar una imagen negativa, tras el escándalo por la cesión de datos de sus usuarios a Cambridge Analytica que, al parecer, permitió a los rusos influir en las anteriores elecciones presidenciales a favor de Donald Trump. Desde entonces, han surgido diversos intentos de boicotear Facebook por parte de ciudadanos concienciados con los abusos de las grandes compañías de internet. Una actitud que defiendo en el libro como opción de la sociedad civil para poner freno a los que abusan de su poder.

Además, les ha surgido otro problema. California, el Estado donde tiene su sede Facebook y otras grandes tecnológicas, acaba de promulgar una ley para proteger la privacidad de los consumidores. La California Consumer Privacy Act (CCPA) restringe el uso y especialmente la venta de datos personales por parte de las empresas. Se aplicará a todas las que tengan en aquel Estado un volumen de ventas de más de 25 millones de dólares o más de 50.000 clientes, aunque estén domiciliadas en otra parte. Las sanciones a los que incumplan serán importantes.

El contenido de la CCPA es más restrictivo que la propia regulación europea de protección de datos. Las empresas que se han adaptado a ésta, están sólo en un 60% de lo que deben cumplir para seguir operando sin sanciones en California. El procurador general de ese Estado estima que incorporar a las nuevas reglas costará a la industria 55.000 millones de dólares.

California tiende a asumir una posición de vanguardia en la defensa de las libertades. Es un Estado muy desarrollado, con grandes centros universitarios y, gracias a eso, es la cuna de muchas de las principales empresas que operan en el ámbito de las nuevas tecnologías y tienen allí decenas de miles de puestos de trabajo muy bien pagados. Pues, a pesar de eso, han decidido pararles los pies para proteger a sus ciudadanos. Mi sincera enhorabuena.

Como denuncio aquí y en el libro, las libertades se enfrentan a crecientes amenazas en muchas partes del mundo. El masivo manejo de datos personales de millones de personas y su uso para condicionar su comportamiento es uno de los grandes desafíos a los que nos enfrentamos.

La actitud del Estado más progresista de los EEUU anima a seguir presionando para que los poderosos no se salgan con la suya. Zuckerberg es uno de ellos y figura en mi nómina de personajes a vigilar, junto a grandes políticos como Putin o Xi Jinping. Que el ejecutivo californiano haya sido capaz de legislar contra las presiones de grupos de interés y lobbies es una alegría para los que respaldamos sistemas democráticos de gobierno y, dentro de ellos, las estructuras de tipo federal como más respetuosas con la diversidad. También refuerza la esperanza de que el gran gayo payaso deje la Casa Blanca después de las elecciones de noviembre y se vaya a cacarear a alguna de sus mansiones, será un descanso.

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