Ha pasado desapercibida, pero es una efeméride importante. No debe pasar el mes sin recordar el hecho más significativo de la historia de España desde la independencia de las colonias americanas y de Filipinas. Sorprende que no se hable de ello, mientras los medios se dedican a celebrar otros aniversarios.

En enero de 1986 se hizo efectiva la entrada en la UE y pasamos a ser parte de un grupo de países que construyen, desde el respeto a la democracia, instituciones comunes para ser más eficaces. Somos miembros del mayor experimento institucional para acercar pueblos vecinos que tienen mucho en común. Europa (la madre de los imperios coloniales) es, hasta ahora, la única referencia sólida de las soluciones que deben facilitar la convivencia en la era poscolonial, presidida por el afán de construir Estados sobre identidades nacionales excluyentes y fronteras rígidas, a las que se aferran los poderes locales.

A España le ha venido muy bien. Estamos integrados en un mercado enorme que abre oportunidades para ser más competitivos en industria, turismo, agricultura o pesca. Europa nos ha facilitado muchos fondos para adaptarnos a una economía abierta y nos ayudará a superar la crisis del covid.

Pertenecer a la UE también da estabilidad. En economía por lo ya aludido en el párrafo anterior y por dotarnos de una moneda fuerte a nivel mundial. Estamos en los últimos meses en que se pueden cambiar las viejas pesetas, no las echaré de menos, la mayor parte de su existencia discurrió en un tobogán de devaluaciones y problemas de convertibilidad. Además, Europa nos protege contra vueltas atrás en el ejercicio de las libertades, a las que hemos sido adeptos en el pasado.

Galicia es un buen ejemplo del efecto positivo de diluir fronteras. Aunque en la negociación previa no se tuvo suficientemente en cuenta su situación industrial, agrícola o, especialmente en la actividad pesquera. Superados unos difíciles primeros años, la economía gallega empezó a sentir el efecto positivo de sentirse el norte de la fachada oeste de la península, que tiene 12,5 millones de habitantes, y de recibir ayudas económicas importantes.

La integración económica entre Galicia y Portugal se produce con naturalidad. Hablan variantes del mismo idioma y tienen parámetros culturales que les aproximan. La UE ayudó también al financiar una vía rápida de comunicación que no entraba en las prioridades de Madrid y Lisboa. Muchas empresas empezaron a exportar y a establecerse en Portugal, aprendieron a ser internacionales en un entorno relativamente familiar. Zara abrió en Oporto (1988) su primera tienda fuera de España. Inditex y otras firmas de la moda gallega se lanzaron a abastecerse en el sector textil de la zona de Guimarães, que venía de una crisis grave por la competencia de países emergentes. Dos dinámicas acoplándose en beneficio mutuo, dentro del nuevo marco de libre comercio. Ahora, Galicia suele encabezar el ranking español en porcentaje de exportaciones sobre PIB.

En el blog y en el libro dedico espacio a analizar como un mundo más poblado e interconectado tiene problemas para asumir que se van debilitando las fronteras, lo que genera inevitablemente tensiones regresivas, como estamos viendo con frecuencia,  el Brexit es un ejemplo patente. Este contexto debió ayudar a que The Economist publicara una carta mía (entrada 14/12) sobre el éxito, atribuible a la UE, del acercamiento entre Galicia y Portugal. Le puso un título significativo: “Borders Melt Away”. Las fronteras tienden ahora a diluirse y, desde hace 35 años, Galicia se ha ido convirtiendo en norte efectivo, en una economía más industrial, y ha abandonado el pelotón de las regiones menos desarrolladas de Iberia.

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2 comentarios

  1. Artículo redondo y afinado de un economista con visión global, europea e ibérica.
    Es curioso que, después de 35 años, los políticos españoles le llamen «Europa» a la Unión Europea: tal es su conciencia histórica de que España no era un país europeo después de siglos de aislamiento y atraso consecuente.
    Gracias, Enrique, por recordarnos la efeméride.

  2. Completamente de acuerdo con un artículo que brevemente recuerda lo que debemos a la UE. Cada día me alegro de estar dentro.

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